La dependencia del porno, o pornodependencia es el hecho, para un amateur de la pornografía, de no poder pasar de este consumo, como son los videos x gratis. El consumo deja de estar motivado por el exclusivo placer o por la curiosidad, y se basa en una real forma de necesidad física o psicológica.
La pornografía se convierte entonces en una droga, puesto que el consumidor no puede pasar de ella. Como para cualquier droga, rápidamente, el usuario debe renovar continuamente las dosis. Y para continuar sintiendo los efectos, debe aumentar la cantidad consumida, o procurarse una excitación más fuerte, como contemplar a la actriz August Ames, o buscando escenas cada vez más duras, y más extremas.
Como toda droga, el porno puede conllevar en el paciente consecuencias nefastas, tales como el aislamiento social, la alteración de la percepción de la sexualidad, u otro tipo de desarreglos fisiológicos.
La dependencia del porno se manifiesta bajo tres formas
Dependencia del porno de tipo 1
El dependiente ve películas e imágenes porno, consulta revistas porno, y frecuenta sitios X. Se masturba delante, y cada vez pasa un mayor tiempo. Eventualmente puede coleccionar material. Proyecta pornografía en los individuos del sexo que le atraen sin poder controlar el flujo de imágenes de su inconsciente.
El dependiente no puede dejar de consumir sin sentir una sensación de falta. Algunos dependientes que han intentado desprenderse de esta dependencia, han debido enfrentarse a varios fracasos. El consumo del porno por parte del dependiente se sitúa en un plano pasivo, puesto que no conlleva ninguna otra forma de interacción. El dependiente consume solo, y hace que su adicción no sea detectable. La mayoría de los dependientes forman parte de esta categoría de tipo 1.
Dependencia del porno de tipo 2
El dependiente busca a entrar en contacto virtualmente con personas del sexo que le atraen. Suele acudir a los liveshows o chatea con modelos a las que hay que pagar para ello. Puede utilizar servicios de teléfono rosa. Eventualmente frecuenta sitios de encuentro, pero nunca concreta un encuentro real con las personas con quien quiere discutir.
Espera que la otra persona erotice su cuerpo para él, exigiendo por su parte fotografías, películas, o pidiendo que le excite por teléfono, por mensajería o por webcam. Pero por su parte, el dependiente se mantiene voluntariamente e integralmente retraído. Nunca comunica sus coordenadas, ni siquiera su auténtico nombre.
Igualmente, puede proporcionar fotografías o vídeos de él, pero ocultando su rostro. Utiliza espacios de pago, con el fin de no tener que justificar la no reciprocidad de la exhibición. El dependiente ha entrado en una forma de paso al acto, porque mantiene una relación directa con una modelo o con otro usuario.
Sin embargo, por falta de confianza o por cuestión de confidencialidad, busca a que esta última no pueda presentarse en el mundo real. Así pues, los dependientes en pareja consideran normalmente que no engañan a sus parejas cuando piden un servicio porno a través de la webcam, puesto que ninguno de ellos tendría la idea de masturbarse en vivo delante de un desconocido.
Dependencia del porno de tipo 3
El dependiente no se satisface con las interacciones virtuales. Necesita concretar, en el mundo real, sus pulsiones. Para ello, busca entrar en contacto con el sexo opuesto. Esto puede tomar la forma de veladas en clubs de libertinaje, encuentros con prostitutas, o con escort.
Algunos, principalmente por razones del coste, se centran en espacio de encuentro online, bien dedicados al libertinaje, o en principio reservados a relaciones estables. A pesar de que inicialmente buscan una pareja estable, enseguida se ve cuáles son sus intenciones, con el fin de no perder tiempo y reducir los riesgos de fracaso a la hora del encuentro real.
La dependencia pasa por el consumo del cuerpo pornográfico, al cuerpo físico. En la mayoría de los casos, busca multiplicar las parejas, y huir de cualquier relación estable y duradera.
La mayoría de los dependientes comprometidos en un proceso de este tipo sienten un mal sabor bastante pronunciado a la hora de practicar porno, puesto que tienen la impresión de abusar del cuerpo del otro. Las personas que están en pareja también sienten una fuerte culpabilidad, conscientes de que su adicción puede poner en peligro su propia vida de familia.