Pautas de una sexualidad plena y responsable

De: Humberto Leonel Rodriguez Mondejar

Tradicionalmente la educación sexual ha tenido un carácter despersonalizado, discriminatorio, verticalista, utilizándose como instrumento de control, poder y dominación. Sustentada en la sanción, la prohibición y la represión. Por tanto esta educación ha sido generadora de angustias, conflictos y trastornos en la personalidad del individuo. Es una parte, no poco importante, de la realidad humana, condicionada por elementos socioculturales; psicológicos y biológicos, que tiene una expresión particular única e irrepetible para cada individuo reviste unas características peculiares, que son en último extremo la manifestación de gustos, usos y elecciones personales y que como tales merecen respeto e intimidad. La misma se ha enfocado de diferentes formas pero se nos hace necesario detenerse en el enfoque humanista crítico.

La formación de la sexualidad sobre los principios del Humanismo Crítico solo se puede determinar mediante la interpenetración de lo personal con lo social, sin limitar al ser humano del derecho libre a elegir y trazar las formas individuales de vivir su sexualidad capacitándolo a su vez para que realice una elección responsable que lejos de perjudicar su proyección social, lo enriquezca y favorezca su autorrealización personal y su desarrollo, respetando los limites de la sexualidad de las personas con las que convive que interactúa.

En este sentido opinamos que cualquier esfuerzo que hagamos es poco en cuanto a la formación de los jóvenes en esta vertiente, pues hay que lograr en ellos buenos valores, y hay que seguir luchando para alcanzar este objetivo.

Se ama a alguien no sólo cuando se pasa bien con esa persona, sino cuando se está dispuesto a pasarlo mal por ella, y también a esperar. La cuestión previa que queremos plantearle es la siguiente: ¿Qué es la educación sexual plena y responsable? Educación de la sexualidad plena y responsable: «Es aquella donde el individuo es capaz de tomar decisiones y asumir las consecuencias, sobre la base de conocimientos y valores donde en contexto social es de gran importancia, entonces la educación sexual constituye un elemento básico en esta formación». (Castellanos, B y otros (as): 1997,10)

El acto sexual no sólo pone en juego el aparato genital, sino que implica igualmente al corazón, la sensibilidad, la inteligencia y, en resumidas cuentas, a toda la persona. Creo que la educación sexual ha de tener en cuenta todos estos elementos y no restringir la sexualidad a pura genitalidad: ese es un aspecto más de la realidad, pero no el único.

¿Quién debe impartirla? Fundamentalmente los padres, y subsidiariamente la escuela. Subsidiar no es suplantar sino ayudar (subsidium) y, desde luego, colaborar, se entiende, en la línea que desean los padres. La razón de ello es la importancia grandísima de esa dimensión del desarrollo humano, la dimensión sexual, que no debe ser trivilializada. El contexto adecuado para captar la esencia de la sexualidad humana como capacidad para la donación interpersonal es el amor, el cariño, que razonablemente cabe suponer entre padres e hijos. Todo lo que se haga en este plano ha de contar con ese contexto como referencia y apoyo básico.

Debemos lograr la imbricación de lo personal con lo social siempre y cuando no privemos al individuo del derecho propio de elegir el modo en que quiere llevar y vivir su sexualidad alertándolo siempre de que su elección no perjudique sus proyecciones personales y sociales. Para lograr esto debemos cultivar en el ser humano desde edades muy tempranas la capacidad y el derecho a determinar los límites de su propia sexualidad conjuntamente con el respeto hacia los demás , de esta forma logramos que el individuo se desarrolle en su medio y se propicie el enriquecimiento propio y recíproco con aquellas personas que lo rodean logrando la formación de la sexualidad sobre los principios del humanismo crítico. Sexualidad es aprender a ser varón y ser mujer, es definir identidad como seres sexuados es el conocimiento de la angustia, que significa crecer y desarrollarse, es el descubrimiento del erotismo y el amor, es el enamorarse, es el romance sin creencia, normas y costumbres estereotipadas que rigen el comportamiento de la sexualidad de las personas en un momento y una sociedad determinada.

En este sentido, pienso que no es un acierto plantear como razonable y factible, también en la adolescencia y preadolescencia, la opción por la castidad como la mejor preparación al matrimonio y la vida conyugal. La verdad de esa relación no presupone el compromiso de exclusividad y de perpetuidad pero a pesar de esto debe prevalecer la responsabilidad.

¿Qué influencia tienen los modelos televisivos en la conducta sexual? Por suerte en nuestro país muy buenos, ya que se trata de utilizar esta con el fin de educar para una sexualidad plena y responsable. No es el caso de otros países que desgraciadamente muy negativa, en la medida en que la televisión está imbuida en exceso de criterios únicamente comerciales.

¿Qué es la afectividad? Una forma peculiar de captar la realidad en la que ésta se nos manifiesta como no indiferente. Es el modo en que la realidad se nos da como valiosa o disvaliosa, es decir, se nos da también la manera en que nos vivimos “afectados” positiva o negativamente por las cosas.

¿Cómo se construye la afectividad de una persona? La afectividad posee constitutivos internos, endógenos, a veces no controlables desde la inteligencia y la voluntad, pero también se modula a través de nuestros actos libres de estimación. En otras palabras, el subrayado afectivo que acompaña a la captación de la realidad a veces brota de manera espontánea, incluso volcánica y exuberante, y otras veces se manifiesta en que acabamos “sintiendo” afectivamente como nuestras realidades o acciones después de haberlas puesto por obra muchas veces mediante actos propositivos de la inteligencia y la voluntad.

¿Debe dejarse libre expresión a la afectividad? Hay afectos irreprimibles, y otros que es muy conveniente tratar de organizar. Pero en todo caso, lo más importante de una persona no es lo que siente sin más –en el sentido de lo que le pasa, por dentro o por fuera- sino lo que ella hace, y sobre todo lo que acaba haciendo de una manera “sentida”, sintiéndolo suyo y de manera responsable .

¿Qué manifestaciones tiene el descontrol de la afectividad? El descontrol de la afectividad suele oscurecer mucho el juicio práctico, e incluso el teórico. Quien “siente” demasiado piensa poco. Una sensibilidad siempre a flor de piel, excesivamente sensual, ayuda poco al trabajo intelectual. Todos hemos experimentado a menudo la necesidad de concentrarse para analizar algo fríamente, de “recogerse”, de acallar los sentidos, de cerrar los ojos para pensar en serio. Otra consecuencia del descontrol es la excesiva dependencia de lo exterior, de “lo que pasa” o de lo que me pasa: si el día está nublado o soleado, si mi levanto “con el pie cambiado”, si me siento mejor o peor… Todo eso influye más o menos a todo el mundo, pero hay gente excesivamente influenciable por estas situaciones, que resulta incapaz de tener criterio propio y acaba haciendo lo que hace todo el mundo, o yendo donde va la gente Quizá “sienten” que son muy independientes y tienen un estilo de vivir y pensar muy original, muy independiente, pero en el fondo están muy alienados, y cuando se dan cuenta de esto (cosa que ocurre, tarde o temprano), cuando se desengañan, quizá esto ocurre muy traumáticamente. El desengaño es bueno, pues supone salir del engaño, aunque a veces duela.

¿Qué papel tiene esto en la escuela? La escuela ha de enseñar a la gente a ser libre de verdad, fomentar un auténtico sentido crítico, en el pensar y en el actuar, saber analizar la realidad con algo más de objetividad, superando la presión de lo sensacional. En definitiva, la educación es, la humanización del hombre. La conducta propiamente humana, a diferencia de los animales irracionales, se caracteriza porque entre el estímulo y la respuesta hay un hiato, una discontinuidad que permite que uno se haga cargo de las razones por las que actúa y lo que, ponderándolas todas, debe hacer. El que vive sólo como un animal irracional (aunque sea superior, un gato, perro, caballo), es incapaz de sustraerse a la esclavitud del estímulo ambiental o a la presión interior del instinto. No vive su vida, se la viven las circunstancias, externas o internas, pero su vida acaba siendo muy poco sustantiva y muy circunstancial.

¿Cuál es la educación de la afectividad que debe dar la escuela? Un enfoque correcto debe ser aquel que englobe una educación de la sexualidad humanista para la libertad, el placer y la responsabilidad. Dentro de este enfoque también habrá lugar para la enfermedad, es decir los problemas y las disfunciones sexuales, pero nuestra responsabilidad como sexólogos educadores son privilegiar los aspectos preventivos de la salud sexual y reproductiva.

Educar la sexualidad como manifestación de la personalidad es educar para el placer y el amor como placer es una parte inseparable de la totalidad del ser humano, este es a nuestro entender el verdadero enfoque holistico de la sexualidad.

Al referirse a la educación sexual como tarea pedagógica se puede enfocar como el proceso a través del cual se ejerce la correspondiente influencia sobre la esfera psicosexual de las nuevas generaciones.

Cuando este proceso se lleva a cabo de forma sistemática y adecuada desde edades tempranas, trasmitiendo los conocimientos científicos y formando las correspondientes normas y valores morales, resulta posible recoger el fruto más anhelado, el establecimiento de relaciones sanas y enriquecedoras entre el sexo femenino y el masculino.

¿Cuál es la mejor forma de ejercer como ser humano? Es algo más que dejarse llevar únicamente por lo que se siente. S. Freud, el psiquiatra vienés V.E. Frankl, ya fallecido, decía que es preciso orientarse por el principio de la superación más que por el de la no-frustración. Todavía tiene mucho vigor, especialmente en el ámbito educativo –aunque cada vez se reconoce menos- el planteamiento freudiano de que los instintos y las inclinaciones, del tipo que sean, nunca deben ser reprimidos, sino todo lo contrario: excitados, y radicalmente desculpabilizados. Es bueno lo que sientes que lo es, parece decirnos la cultura actual por medio de mil mensajes. Pues bien, esto se puede pensar y defender teóricamente en una tertulia de café poco seria, o en la biblioteca leyendo a Freud o Lacan, pero en cuanto uno sale a la calle el planteamiento se le cae de las manos: esto no se puede vivir, y queda desmentido muy pronto por la forma en la que nos conducimos realmente en la vida y por la forma en que juzgamos las personas y los acontecimientos. Por un lado, si uno no es capaz de controlar sus emociones y su criterio es hacer todo lo que se siente inclinado a hacer, eso es letal para cualquiera (y frecuentemente también para quienes están a su alrededor). Por otro lado, si viene un ladrón y te roba, normalmente tu reacción no será decir: ¡Ah!, ¡qué bien!, ha hecho su elección, que para él es buena (aunque no lo sea, evidentemente, para mí).

¿Por qué esta mitificación del sexo que nos envuelve? Esa mitificación tiene una base real: el gran misterio del amor humano y el gran misterio de la transmisión de la vida, que pone en manos del hombre una capacidad casi divina, y que justifica que reservemos para la generación humana un nombre peculiar que no empleamos para designar la reproducción en cualquier otra especie zoológica: procreación. La grandeza de la sexualidad humana se pone de manifiesto en que el dinamismo biológico está transido de significaciones mucho más allá de lo biológico. Tal es la verdad profunda del psicoanálisis, que no queda empañada por las grandes exageraciones de una antropología finalmente muy reduccionista, como es el caso en Freud. El significado profundísimo de la sexualidad no puede interpretarse sexualizándolo todo. El psicoanálisis ha propiciado, además, una sexualización brutal de la cultura, y ello a conducido a una tremenda bestialización. La importancia del sexo, que es grandísima, obliga a ponerlo en su sitio, es decir, a verlo plagado de significaciones que apuntan más allá de él.

¿Qué efectos tiene una afectividad equilibrada? Sobre todo que nos ayuda a estar en la realidad de manera inteligente. Cataliza el sentido de responsabilidad, que tiene significado en relación con lo que hacemos

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inteligentemente. Uno no es demasiado responsable de todo lo que siente. Para librarse de desilusiones,

¿Qué otros factores pueden influir en la afectividad? A veces puede haber experiencias traumáticas a muy temprana edad que troquelen una afectividad desenfocada. Lógicamente esto habrá que tenerlo en cuenta, pero para trabajar de cara a la más pronta normalización. Una persona generalmente aprende más de los fracasos que de los éxitos. Y también de las experiencias muy negativas pueden salir personas que han madurado mucho en poco tiempo. Eso no quiere decir que haya que buscar esas experiencias negativas, o que no haya que tratar de evitar los fracasos afectivos. Lo que quiere decir es que no se puede perder la esperanza en la capacidad que tiene toda persona humana de ir a más y de superar los baches más profundos.

Acerca del autor:

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Fuente: Artículos Gratuitos Online de Articuloz.com – http://www.articuloz.com/psicopedagogia-articulos/pautas-de-una-sexualidad-plena-y-responsable-240952.html

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