Todos los años ocurre lo mismo. Llega la Navidad, la noche del 31 de Diciembre, y el inevitable paso al año siguiente, un año en el que todos esperamos estar mejor que en el anterior, mantener aquello que sea bueno para nosotros, y mejorar en todo lo demás. Con los primeros días del año llegan esos típicos propósitos de cambiar cosas que no nos gustan y que sabemos que no nos convienen. Siempre es lo mismo, dejar de fumar, hacer más ejercicio, estudiar más, aprender inglés… Todos estos propósitos del nuevo año son promesas que en muchos casos se quedan en nada, ya que aunque pensemos que el cambio es enorme, los días en el nuevo año siguen siendo iguales.
Al final, somos nosotros mismos, como siempre, los que tenemos que poner todo de nuestra parte para cumplir estos propósitos, porque por mucho que cambie el año, la situación seguramente sea la misma. Solo tomaremos el principio de año como línea de salida para cambiar esos hábitos que no nos gustan y adoptar otros que sepamos que nos van a venir mejor. Para esto, lo primero es tener mucha fuerza de voluntad, estar decididos a cambiar de verdad, y entender que va a ser para nuestro bien, sabiendo que será un gran esfuerzo y que requerirá seguramente de sacrificios.
No está de más el recibir la ayuda y el apoyo de nuestros familiares y amigos, saliendo a correr juntos, realizando las dietas juntos, etc… También hemos de ser capaces de saber hasta donde podemos llegar, y no marcarnos objetivos demasiado altos, porque seguramente no los cumplamos y eso nos cause más frustración. Realizando progresivos avances comprobaremos que vamos por buen camino, y tomarlo con calma es lo mejor, no fijarnos ninguna fecha que no podamos cumplir. Lo importante es conseguirle, y tardar más o menos es muy secundario.
